Hablar de los vinos de la Bodega Los Frailes es hablar de un territorio y una familia sin duda ligados al mundo del vino y de la agricultura durante muchos siglos, la familia Velázquez, en su decimo tercera generación ha continuado la labor de elaborar vinos de terruño, como antaño se hacían.
El término de Fontanars dels Alforins, un enclave privilegiado para el cultivo de la vid, está enclavado en una meseta de unos 700 metros de altitud de media sobre el nivel del mar, con la Serra Grosa al norte, que impide que los gélidos vientos alcancen la llanura, la Serra de l'Ombría al sur y con un corredor hacia el mediterráneo que está semi tapado por la Serra del Buscarró.
El clima es Mediterráneo con un gradiente suave de continentalización y la composición del territorio recubre con sedimentos modernos una zona geológica
antigua y configura un extenso territorio muy apto para las actividades
agropecuarias.
El cultivo de la uva es especialmente cuidado enla zona y Los Frailes cuentan con una gran superficie de viñedos enclavados entre bosque y otros cultivos, el viñedo está certificado desde 2002 en Agricultura ecológica y en sus fincas, las abejas y las ovejas son parte de un ecosistema vital para garantizar riqueza en los suelos y polinización de las plantas. Además el cumplimiento de los ciclos biodinámicos son parte de la cultura ancestral heredada, y que se aplica en el cultivo de las variedades.
La bodega tiene en su mayoría cepas de la variedad Monastrell (60%), algunas de más de 70 años de antigüedad, los suelos predominantes son los calizos, pero por proximidad a las montañas dolomitas que rodean la finca, podemos encontrar sedimentos transportados por el agua como el magnesio, el hierro, las arcillas y sobretodo la caliza.
Los Frailes Caliza 2016 proviene de la búsqueda
de este suelo más extremo, más calcáreo lacustre, más ocre (rendizas
amarillas), más pobre es donde se cultiva esta Monastrell tan
singular.
Respetando al máximo esta personalidad, se elabora el
vino como los frailes lo hacían en la finca siglos atrás, limitando la
intervención en bodega a lo mínimo y realizando la crianza en los
depósitos antiguos y ánforas de la bodega fonda que los frailes ya
utilizaban. La crianza son 10 meses en depósitos antiguos de hormigón y ánfora de barro.
El vino se muestra muy vivo, el color rojo violáceo y brillante le da aspecto de juventud, su poca opacidad le confiere ligereza y buenos matices visuales en la copa.
A copa parada no muestra aromas de fermentación, no hay notas vinosas, asoman los aromas a fruta roja fresca, que tras agitar brevemente la copa se van tornando en concretas frutas como la cereza, los arándanos, hay un fondo de regaliz, sutil, nada herbáceo que termina con un fragor mentolado muy elegante.
El vino por su aspecto ya se mostraba bastante ligero, así pues su paso por boca es suave, muy fresco, en ausencia de alimento apenas se nota el tanino, se va dulcificando hasta llegar al fondo del paladar, donde la frescura se intensifica, el final es bastante largo, esas notas balsámicas, junto a recuerdos de romero y tomillo hacen que identifiques su procedencia, un sotobosque mediterráneo ente pinos y rocas en una tarde de final del verano.
Me gustan este tipo de vinos, tan ligeros y sutiles pero a la vez llenos de terruño, bien elaborados, fáciles de beber a pesar de sus 14º de alcohol. Una Monastrell bien fresca y muy fiel, muy diferente de aquellas más abocadas y corpulentas que a veces, por sobremaduración y sobre extracción, estamos acostumbrados a catar.