En el interior de la provincia de Alicante y concretamente en Muro d'Alcoi encontramos una de las bodegas más singulares de la Comunidad Valenciana, un proyecto que sigo desde hace años basado en la elaboración de vinos provenientes de parcelas pequeñas o minifundios.
El proyecto
Micro Viña es más que un modo de elaborar vinos, que también lo es, significa mucho más que eso, se trata de un territorio de pequeñas parcelas, lugares que antaño tenían una razón de cultivo para autoconsumo, pero que con los nuevos tiempos se abandonan por falta de rentabilidad, dejadez o desconociemiento. Con este proyecto se pretende recuperar esas variedades, que vuelvan a ponerse en producción aquellos parajes que necesitan la mano del hombre para que no desaparezcan, pastos del fuego o simplemente de la erosión y el olvido, con un objetivo también económico, es decir, rentabilizar la explotación y conseguir unos parámetros de calidad para poder luego hacer vinos, auqnue de parcela prácticamente, de excelentes cualidades organolépticas.
Aunque ayer no visitamos la
Micro Viña, si que pudimos ver como los parajes donde el
Celler de la Muntanya se ubica, al margen del río
Agres y con la
Serra Mariola como testigo, está una nueva bodega para este proyecto.
La bodega no está adscrita a ninguna denominación de Origen ni IGP (Indicación Geográfica Protegida), pues los viñedos están repartidos por bancales y pequeñas extensiones de terreno repartidas por varias comarcas (L'alcoià, el Comtat, la Marina Baixa, L'alacantí, el Vinalopó...), mezcla de variedades (casi todas autóctonas) con predominio de la Monastrell, la Giró, Bonicaire, Tintorera, Malvasía, Parraleta, Garnacha Blanca,... pero con complicado cumplimiento para pertenecer a una D.O..
La cantidad de uva que entra en la bodega es bastante dependiente de los factores medio ambientales y la producción ronda en torno a los 25.000 kg con elaboraciones de hasta 40.000 botellas. Los vinos son casi parcelarios y varietales, siendo complicado tener las mismas cantidades y ensamblages en cada añada.
En la entrada a la bodega un inmenso mural que simboliza el mimo y el cuidado grano a grano de los frutos de la cepa de un agricultor de la montaña, nos da la bienvenida a una pequeña y coqueta bodega. Para la elaboración dispone de depósitos pequeños, de entre 2.000 y 5.000 lts., hay fudres de madera de roble y depósitos de acero inoxidable, en la misma sala se embotella y se etiqueta el vino.
En una estancia posterior hay una sala aclimatada donde descansan barricas de diferentes tamaños (245 y 500 litros), con diferentes variedades e incluso parcelas con el nombre del paraje, allí el vino toma su tiempo para afinarse y poder expresar su pontencial.
En otra sala hay una zona más social con tienda y un espacio para poder catar los vinos y disfrutar de ellos de manera más jovial, allí descubrimos tres vinos que son muy diferentes pero de marcado estilo mediterráneo.
El primero Beni, un vino de Malvasía, Garnacha Blanca y algo de Merseguera, blanco de 2015 con muchas notas dulzonas, a fruta blanca de secano y en boca amplio y graso con toques muy salinos.
Los dos tintos que catamos fueron Paquito el Chocolatero 2010 (en homenaje a Gustavo Pascual creador del pasodoble que le da el nombre al vino) y Celler de la Muntanya 2010, un ensamblaje de 3 variedades, Monastrell, Giró y Garnacha Tintorera (y un 10% de Bonicaire en el caso del segundo) con diferentes crianzas, así mientras la Monastrell se somete a crianza en acero inoxidable durante 6 meses, el resto de variedades se crían en madera, 6 meses para el primer vino y 8 meses en el segundo, siempre en maderas usadas.
Paquito el Chocolatero es un vino con un color rojo púrpura muy profundo, en nariz destacan notas a regaliz, tinta china, cacao y pimienta negra, en boca es amplio y muy goloso, algo mineral. Celler de la Muntanya es está un poco más evolucionado, el ribete empieza a tornarse algo marrón, pero aún tiene viveza en el color rojo, esta vez más burdeos. Su descripción olfativa se centra más en cacao y notas de cuero curtido, hay notas de fruta madura casi compotada, en boca es sedoso y amplio, siguen apareciendo notas minerales y dejan un final muy sabroso.
No hubo tiempo para más, el resto de vinos Minifundi, Sha-laqant, Bonicaire y el, para mí vino estrella de la bodega, Almoroig se quedan en el tintero para futuras visitas, a las que me gustaría acompañarme de compañeros de otros medios que divulgamos la cultura del vino y que no podemos dejar de dar a conocer este proyecto valiente y a la vez tan frágil en el que, un ecosistema sin la mano del hombre puede desaparecer y no volver a dar esos frutos que luego se convierten en el vino que se elaboraba desde tiempos remotos en una de las zonas vitivinícolas más preciadas del Mediterráneo.