Hoy conducía de vuelta y venía pensando en ti. En si estarías cómodo, si habrías pasado frío, si me echarías de menos.
Conforme iba acercándome a casa no podía dejar de pensar en tu cuerpo, en poner mis manos alrededor de tu cuello, en tu sabor, en ese perfume tan personal, tan tuyo.
Lo que más deseaba era llegar para poder sentarme en la terraza, frente a frente, en tu compañía, en silencio, sin hablar. Solo sentir.
Ahora estoy aquí, contigo, y no puedo más que disfrutarte. Tú, como siempre, embriagador, elegante, cálido, alegre, intenso, potente.
¡Me encantas! Así que te bebo a sorbitos pequeños para alargar el placer de tomarte.
Y es que la felicidad también está en una terraza, sentada en un sofá, disfrutando de una copa de tu vino favorito.
Imagen. Francisco Javier Santiago. www.sarabailac.cat