Qué distinto es el paisaje de la viña de una estación a otra. Los colores, los matices, incluso la luz que lo ilumina. Los mares verdes de vides han dado paso a los tonos rojizos y marrones de las hojas de otoño y ese dorado del sol hace que luzcan distintas.
"En otoño las viñas parecen muertas, con las cepas secas y el color mudado. Pero solo están durmiendo, descansando. Agarrando esa fuerza que luego subirá desde las raíces. Nutriéndose para dar de nuevo vida." Esto escribía María Dueñas en La Templanza. Pero así es en todos los ámbitos.
En ocasiones has de dejar pasar un fin de semana para que llegue otro, un amor para que otro te inunde y vivir intensamente lo uno y lo otro. Si bien lo piensas, si no pasáramos momentos "no tan buenos", no seríamos capaces de valorar los realmente buenos. Todo sería lineal. Nada tendría sabor, color, aroma y seríamos incapaces de valorar cuando un vino merece realmente la pena.
Crecemos con ello, gracias a ello. No se crece con los años, sino con los daños. Eso es lo que nos enriquece, lo que nos madura.
Muchas son las canciones que hablan de amor. Tantas como lo hacen de desamor. En ellas también se utiliza el vino para olvidar, algo con lo que no estoy muy de acuerdo. El vino es para disfrutar. Pero hoy os dejo un mariachi que habla de desamor Con una copa de vino de Vicente Fernández. Y mi brindis es para todos los amores y desamores que he vivido y que me han convertido en la mujer que hoy soy. De la que, por qué no decirlo, me siento orgullosa.
"Volveremos a brindar por todo aquello que se pierde y se encuentra; la libertad, la alegría y ese cariño que nos arrastra a través de toda la tierra." Gracias, Miguel Hernández.
Esta te la debía, chato. ¡Gracias!
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